Despedidas
Hace apenas un mes que me despedía —siempre con un hasta luego—, de los que han sido, la mayoría durante casi un año, mis, ante todo amigos, luego compañeros de vivencias y momentos más o menos alegres, divertidos, … inolvidables, al fin y al cabo, en París.
Ahora lo hago aquí, después de convivir durante este tiempo con indios y algún que otro europeo, terminan y sus proyectos y se van. Y es que todo se resume en «idas y venidas».
Integración
Coincidiendo con la vuelta de Stéphane —sí, se escapó cuatro días a España—, tras superar la fiebre y la sensación de debilidiad constante en el cuerpo, durante varios días, le propuse la posibilidad de poner en práctica la idea que me, o más bien nos, rondaba hacía tiempo en la cabeza: comprar y cocinar. A pesar de adorar toda comida vegetariana, no tengo la costumbre de alimentarme únicamente de ella. Tres semanas a base de arroz, como único sólido, acompañado de salsas varias, la mayoría de ellas picantes, era algo que me estaba afectando más de lo que tenía pensado.
Dicho y hecho. La misma tarde en que hablamos de ello, deicidimos poner cartas en el asunto y salir a comprar. Muy bien, ahora faltaba escoger el lugar y bastó con coger Aundh Rd. a la derecha, dirección Este. Unos trescientos metros pasado el puesto de cabras, decenas de puestos cubren el lado derecho de la carretera. Puestos de frutas y/o verduras, de pollos y otros de pescado. Unos en el suelo, cubiertos por telas, plásticos o placas a forma de techo. Otros, simples placas sobre enormes ruedas, todo ello de madera, haciendo así carretas y, por lo tanto, puestos móviles.
Cierto es que la primera noche que cocinamos lo pasamos un poco mal debido a la cantidad de cucarachas que había en la cocina. A saber la de tiempo que llevaba la cocina sin ser utilizada… Al día siguiente, ya no hacía falta correr tras ellas a sartenazos, ni las "veíamos", íbamos a nuestra bola.
Hace ya cuatro o cinco días desde la primera escapada y los vendedores ya nos saludan. Pepinos, tomates, cilantro, ajos y cebollas, cocos, granadas, mangos, peras, limas y limones, zumos de naranja, manzana y tomate, pasta, pollo… Nuestras compras habituales. ¡Nos integramos en la sociedad india! Siempre observados, pero ahora comenzamos a acostumbrarnos a dichas miradas, lo que nos facilita bastante más las cosas.
Hace apenas un mes que me despedía —siempre con un hasta luego—, de los que han sido, la mayoría durante casi un año, mis, ante todo amigos, luego compañeros de vivencias y momentos más o menos alegres, divertidos, … inolvidables, al fin y al cabo, en París.
Ahora lo hago aquí, después de convivir durante este tiempo con indios y algún que otro europeo, terminan y sus proyectos y se van. Y es que todo se resume en «idas y venidas».
Integración
Coincidiendo con la vuelta de Stéphane —sí, se escapó cuatro días a España—, tras superar la fiebre y la sensación de debilidiad constante en el cuerpo, durante varios días, le propuse la posibilidad de poner en práctica la idea que me, o más bien nos, rondaba hacía tiempo en la cabeza: comprar y cocinar. A pesar de adorar toda comida vegetariana, no tengo la costumbre de alimentarme únicamente de ella. Tres semanas a base de arroz, como único sólido, acompañado de salsas varias, la mayoría de ellas picantes, era algo que me estaba afectando más de lo que tenía pensado.
Dicho y hecho. La misma tarde en que hablamos de ello, deicidimos poner cartas en el asunto y salir a comprar. Muy bien, ahora faltaba escoger el lugar y bastó con coger Aundh Rd. a la derecha, dirección Este. Unos trescientos metros pasado el puesto de cabras, decenas de puestos cubren el lado derecho de la carretera. Puestos de frutas y/o verduras, de pollos y otros de pescado. Unos en el suelo, cubiertos por telas, plásticos o placas a forma de techo. Otros, simples placas sobre enormes ruedas, todo ello de madera, haciendo así carretas y, por lo tanto, puestos móviles.
Cierto es que la primera noche que cocinamos lo pasamos un poco mal debido a la cantidad de cucarachas que había en la cocina. A saber la de tiempo que llevaba la cocina sin ser utilizada… Al día siguiente, ya no hacía falta correr tras ellas a sartenazos, ni las "veíamos", íbamos a nuestra bola.
Hace ya cuatro o cinco días desde la primera escapada y los vendedores ya nos saludan. Pepinos, tomates, cilantro, ajos y cebollas, cocos, granadas, mangos, peras, limas y limones, zumos de naranja, manzana y tomate, pasta, pollo… Nuestras compras habituales. ¡Nos integramos en la sociedad india! Siempre observados, pero ahora comenzamos a acostumbrarnos a dichas miradas, lo que nos facilita bastante más las cosas.
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