domingo, 22 de julio de 2007

Día 39 - Gooty

Nos encontramos en la cantina a las 9h, hora acordada, para desayunar y Odile y Sandra preparan unos gloriosos pa amb tomàquet, además separamos media docena de plátanos y botellas de agua mineral. ¡Listos para la excursión!

Cogemos un auto rickshaw comunitario por el que pagamos 3 Rs. cada uno hasta la estación de autobuses, donde preguntamos por el autobús que lleva a Gooty, puesto que los paneles indicadores están escritos únicamente en tegulú, y nos subimos. Núria, Alba y Josep se sientan juntos y, delante de ellos, Odile, Sandra y yo. Al cabo de unos kilómetros, cuando la cabeza se me ha ido ya varias veces de un lado a otro, Sandra tiene la genial idea de irnos al fondo del autobús para poder tumbarnos, aunque finalmente opto por sacar fotos, desde allí, del camino hasta Gooty.

El autobús tardó hora y media en dejarnos en la estación del pueblo, situado en el mismo distrito de Anantapur, siempre en Andhra Pradesh. De allí, cogimos la calle principal a la izquierda, y nos ponemos en ruta a la montaña.

Somos, una vez más, el espectáculo del pueblo, todos mirándonos sonriente con caras y miradas más o menos curiosas. Algunos nos saludan moviendo la mano, mientras que otros —generalmente niño/as— se acercan para estrechárnoslas. «Hello, hello.» Poco a poco se van uniendo más niños, cada vez que contesto a la pregunta de cómo me llamo, se parten. No sé qué tiene lo de "Pepe", pero empiezo a dudar en si les hace gracia o, por el contrario, les resulta de lo más triste.«
— Do you speak telegu?
— Haha, no…
— And hindi?
— A few words, only: supra bhaat, shubh raatrii, ek, do, tiin, chaar, paas, dhanyavaad, namasté, chicken masala…»

Seguimos andando, todavía en el pueblo, rodeados por casas y los niños que nos acompañan se han triplicado en número. Por fin llegamos a lo que comienza a ser la subida a la montaña, un camino de piedras enlosadas las unas a las otras. Si no tenías cuidado con donde apoyabas el pie, prácticamente podías escoger entre pegarte un buen resbalón o torcerte el tobillo. Tenemos la suerte de que muchos comienzan a dar marcha atrás, pero los mayores, más pesados, siguen haciéndonos preguntas. El agobio vuelve a apoderarse de nosotros y nos vamos separando.

Por fin llegamos al primero de los dos niveles de la montaña, donde nos encontramos de frente con un guía, arqueólogo de profesión. Nos explica un poco la historia de la ciudad: cómo había llegado el Imperio Británico hasta la zona, cómo sacaban diamantes y oro de los lagos que había en la colina, etc. Y de allí pasamos directamente a ver el antiguo fuerte, The Gooty Fort, totalmente en ruinas. Tenía forma de 'U' y el interior estaba lleno de niños jugando al cricket. Fue vernos y venir corriendo hacia nosotros: Volvíamos a estar rodeados.

Sandra había seguido subiendo, agobiada, hasta sentarse junto a un barranco para relajarse. Poco después seguí sus pasos, pero tres niños me seguían, por lo que decidí subir hasta arriba del todo. Estos se terminaron convirtiendo en mis tres guías. Baloo, el mediano, parecía ser el más espavilado. Padaanna, Mahesh y yo seguíamos sus pasos. Llevaban pantalones de algodón y camisa, y Mahesh, el más pequeño, era el único que iba descalzo.

Prácticamente habíamos alcanzado la cima y al asomarte veías lo que quedaba de aquel enorme fuerte, el pueblo de al lado (Pan lee), a Sandra que seguía tomando el aire allí abajo y otro estanque detrás. Lo bordeamos para seguir subiendo cuando nos encontramos con un curso de un colegio del distrito, compuesto por una treintena de niños y niñas de entre trece y quince años. Comencé a hablar con quien parecía ser el profesor del grupo:
— Namasté! —los niños se reían contestando del mismo modo.
— Hi! Where are you from?
— Spain.
— Oh nice. Are you alone?
— No, we are six people climbing to here, they're coming.
What's your name? —preguntaban los chavales. Y venga a reírse con lo mismo. Voy a tener que plantearme seriamente la teoría que comparten Alba y Llorenç con que podría tener algún significado en hindi. Pero bueno…

Instantes más tarde, el profesor les pidió que le siguieran y se despidieron. Aquellos que no respondieron a la orden, recibieron algún empujón de mis guías, que acababan de adoptar un rol más protector. Ahora parecían mis guardaespaldas.

Al dar la vuelta a la cima en la que estábamos, esos niños y niñas comenzaron a corear mi nombre: no sabía dónde meterme. Baloo y compañía siguieron guiándome y aparecieron cuatro chicos de 19 y 20 años, estudiantes de Ingeniería Informática, Electrónica y Mecánica. Intercambiamos unas pocas palabras cuando los niños, más arriba, volvieron a gritar mi nombre: «Pepe! Your group is here!» Subí hasta arriba y, efectivamente, acababan de llegar todos, excepto Sandra. Al llegar les habían preguntado si habían visto a un chico con pantalones blancos a lo que contestaron «Pepe? Yes, he's there!». Empiezo a sentir curiosidad con lo que pasa con mi nombre…

Por fin nos reunimos y, cuando comenzamos a bajar, volvieron a llamarnos/me, esta vez diciendo que aparecía la sexta persona. Sandra, sin saber cómo, había escalado por la otra ladera, la que carece de sendero. No se nos mató de milagro, jaja. Al fin llegamos a unas ruinas por las que habíamos pasado al subir, solo que esta vez estaba repleta de cabras, marrones y negras. Procedimos a sacar las galletas que quedaban y los pa amb tomàquet, que estaban un pelín chafados. Parece que se separan un poco y cuando terminamos de comer, vuelven hacia nosotros. Vista la insistencia con su presencia, les pregunto si suelen ver a blancos en la ciudad, a lo que me contestan que no: Ya entiendo… En una de éstas empiezan a preguntarme cosas bastante curiosas: «¿Usas secador de pelo? ¿Te pones crema en la cara?» Vale que esté blanco, ¡¿pero tanto?!

Nos ponemos en marcha para volver a la estación y en el camino nos adelantamos Sandra y yo y charlamos un rato. Hay un momento en el que ella me coge al vuelo, por un resbalón que me pego. Gracias, Sandra, por no permitir que me metiera un buen piño xD Llegamos al pueblo y los niños y niñas volvían a acercarse a nosotros, esta vez en menos número, con lo mismo que por la mañana —y que siempre…—. En un momento, el padre de uno de los chavales insiste en que nos quedemos en su casa a cenar o comer algo. Impacto.

Llegamos a la estación donde vemos a un mono robando un chili de un grupo de mujeres que parecía estar preparando su cena. Encontramos el autobús del mismo modo que a la ida y Sandra y yo volvemos a situarnos a la parte de atrás donde, esta vez, logramos dormirnos un rato, al igual que el resto. El asiento del fondo estaba hundido hacia atrás, con lo que se hacía difícil permanecer quieto.

No hay comentarios: