viernes, 20 de julio de 2007

Día 37 - Instalaciones

Me despierto a las 7h45 para pegarme una ducha antes de ir a desayunar, cuando llaman insistentemente a la puerta de mi habitación sin que me haya dado tiempo a cambiarme: «Yes! ¡Un segundo! One second!» Anoche, en la cena, ya me habían avisado de Rayama, una mujer india bastante particular, encargada de despertar a todos y cada uno de los que han pasado por la fundación, pidiendo el dichoso «Police paper!» Consigo secarme y ponerme algo encima para entregarle mencionado papel rellenado con mis datos personales.

Y voy a desayunar. Allí me encuentro con María José, Sandra, Llorenç y Xavi, de la noche anterior, junto con Gustavo (profesor, de Bilbao), Odile (profesora/traductora francesa, de la Universidad de Comillas de Madrid) y Anna y Benji (de Barcelona) —que llevan un par de días enfermos— con quienes hablo durante el desayuno.

A las 9h00 voy a la entrada de la fundación y Ravi, una mujer india, alta y con un pelín de cara de mala leche, me presenta al director del centro y posteriormente me comenta que nos van a llevar a ver, a una pareja y a mí, algunas de las instalaciones de la zona. Allí es cuando conozco a Montse y Lluis, de Barcelona.

Montse ha terminado Educación Social y va a empezar Enfermería. Lleva cuatro meses en la India, que se recorre de arriba abajo después de haber trabajado de voluntaria con la Madre Teresa de Calcuta y Sonrisas de Bombay. Ahora le toca recorrerse el sur del país con Lluis, que terminó ADE, que llegó hace unos días al país.

Battala Palhi

Nos llevan a los tres a Battala Palhi, un pueblo no muy lejos de la RDT, para enseñarnos parte de las instalaciones más cercanas.

Comienzan por enseñarnos un hospital bastante bien equipado. En él, vemos montones de personas en colas y salas de espera. No se respira ningún tipo de estrés, ni caos, únicamente respeto y buen humor o, por lo menos, todo el buen humor que puede haber, entre pacientes, dentro de un hospital.

Nos enseñan el almacenaje de ficheros y dossieres de los pacientes y explican el funcionamiento que se lleva a cabo. Todo niño apadrinado tiene derecho a recibir el tratamiento gratuito, mientras que los familiares tienen un 25% en los medicamentos. Siguen, con el laboratorio de sangre, las zonas de radiología, pediatría, sala de parto, ingresos de varones, ecografía, … Nos comentan que nunca se les dice el sexo del feto para evitar posibles abortos. Aunque la mujer no sea tan menospreciada como en otros países, la muerte de una niña pequeña no provoca mucho dolor, que digamos. Al fin y al cabo, se libran de pagar una dote que puede llegar a costarles varios meses, o incluso años, conseguir.

La gente nos mira, muchos nos sonríen como muestra de agradecimiento —sin que hayamos hecho nada de lo que nos deban agradecer—, nos sigue una niña, tras una caricia de Montse, buena parte del camino y se nos presentan varias comadronas. Aquí, las comadronas llevan saree de color verde, de forma que se las pueda distinguir de entre el resto.

Un poco apartado, nos enseñan el taller de ortopedia, en el que discapacitados trabajan fabricando prótesis a medida de piernas y brazos para aquellos quienes los necesiten. También distribuyen ciclos para gente coja o sin movilidad en las piernas, que funcionan con un pedal alzado, y que se maneja con las manos.

De aquí nos llevan al centro de enfermos del VIH, situado en la misma carretera, separado de unos cincuentra metros. Marta, una médico de Murcia, lleva un año trabajando en el centro. Se ven tanto niños como adultos. Aquí se les explica, al igual que en el Centro de Planificación Familiar (que no pude ver) en qué consiste la enfermedad, se les informa del tipo de tratamiento y de los métodos de protección de transmisión del virus. Nos llama la atención la humanidad que se respira en el ambiente: Los sábados, por ejemplo, médicos y enfermos comen juntos en la cantina del centro. Nos acercan una libreta para dejar por escrito nuestras impresiones, que firmamos los tres juntos.

De ahí nos dirigimos a un taller de yute, un material parecido a una cuerda, sacado de una planta, de nombre homónimo. En este taller de bisutería, trabajan mujeres discapacitadas, hasta ahora excluidas de la sociedad, en la que no tenían la oportunidad de integrarse. Actualmente, e independientemente de su condición física o psíquica, tienen un empleo y, por lo tanto, un sueldo que les permite aumentar su autoestima y condición social. De este modo, teniendo un trabajo estable, pueden casarse y ayudar a sus familias o mantener las suyas propias. Nos ofrecen unas pulseras de yute y otro cuaderno en el que volvemos a dar nuestra opinión, siempre positiva, respecto a lo que hemos podido observar.

Al terminar, volvemos a la fundación para comer junto al resto, y pasamos por delante del centro de secundaria para invidentes, en el que colaboran Alba y Núria con la siempre colaboración de Tori, la perra-guía de Alba. En la comida conocemos a Josep, original de Granollers y estudiante de Ingeniería Industrial, "mochilero" que está por segunda vez en la India. Lleva diez días recorriendo Mumbai–Goa–Jampi hasta llegar a Anantapur. Por la tarde se vendrá con nosotros.

Después de comer voy a por Montse y Lluis al dormitorio general. Allí, Montse me escribe en la agenda nombres de playas, chiringuitos, restaurantes y pueblos de Goa que me recomienda visitar.

Bukaraisamutram

Nos llevan a otro pueblo, situado en una dirección distinta al anterior, en la que hay un taller para mujeres en el que trabajan decorando telas con colorantes naturales. Aquí hacen cortinas, manteles y pañuelos con moldes importados de los distintos estados de la India e incluso de España. Cabe decir que los tintes tienen un olor bastante fuerte. Nos despedimos dejando otro mensaje de ánimo y satisfacción.

Pasamos al centro de niñas discapacitadas que nos saludan con fervor: «Hola, hola» Nos dan la mano, piden que las cojamos en brazos, les saquemos fotos, … Unas saltan a la comba, otras corren de un lado a otro, … Estamos en pleno recreo y los profesores juegan a bádminton y voleibol. Los siguientes patios, separados entre sí por vallas, son los de sordo-mudos e invidentes. Una niña nos saluda con el lenguaje de los signos, que logramos repetir, y se sonroja riendo. De entre los niños ciegos destacan dos niñas albinas, que vemos desde lejos.

Al salir del centro, llegamos a otro patio en el que otros niños juegan a cricket y voleibol. Lluis, como antiguo jugador que es, les enseña un par de técnicas de golpeo. —A los profesores no les ha faltado las ganas de invitarle a jugar ;D—

Luego llegamos al taller de papel maché, donde hacen huchas con formas de cerdos y elefantes, lapiceros, rosas y muñecos con formas diversas. Nos obsequian dándonos un punto de lectura a cada uno de los cuatro. Y firmamos otro libro de visitas.

Finalmente, llegamos a un taller en el que realizan cuencos y rosas de hojas de palmera. Los cuencos, de usar y tirar, son bastante utilizados en las bodas, en España, mientras que las rosas se exportan para la Diada de Sant Jordi. Nos regalan una rosa a cada uno y volvemos a firmar. No hace falta decir que los mensajes terminan repitiéndose un poco.

Todos estos talleres (yute, bordados, papel maché, hojas de palmera) forman parte de la Colaboración Activa y Comercio Solidario de la FVF. La totalidad del realizado se exporta y vende en las tiendas solidarias de la Fundación Vicente Ferrer.

Espectáculos: teatro, bailes y canciones

Volvemos al RDT y a las 20h00 dan comienzo danzas y obras de teatro de distintos grupos de niños y niñas de pueblos de toda la región de Anantapur. Un espectáculo maravilloso. Al terminar cada escena, logran arrancarnos aplausos y gritos de «¡Bravo!».

Una vez llegado el final del espectáculo, nos hacen subir a padrinos y visitantes, uno por uno, al escenario, donde los niños y niñas artistas nos cuelgan collares. Un momento bastante emotivo, la verdad. Una vez "condecorados", nos sacan una foto general.

En la cena conozco a Miquel y Elsa, de Barcelona. Cenamos todos juntos y después de hablar durante un huen rato con Odile, Sandra nos comenta la idea de ir a tomar unas cervezas al Abdul o, lo que es lo mismo, la "terraza de verano", en frente de la entrada de la fundación.

Aparecemos Anne, Marta, Odile, Sandra, Núria, Alba, Tori, Josep y yo e ingerimos las cervezas junto con un agua y una Pepsi. Buen rollito hasta que dos semi-aullidos de perro nos llaman la atención. Un camión acaba de arrollar un perro a quince metros de donde estábamos. Los perros de la zona se acercan, aullando con las orejas tiesas, a comentar lo acontecido, parecen estar tan impactados como nosotros. El pobre perro, o lo que queda de él, se va destripando cada vez que pasa un coche o camión. De forma unánime, decidimos volver a la fundación.

Allí, unos se van a la cama y otros al "Seven", que viene a ser la mesa situada en frente de la habitación número 7, en la que están los padrinos con caipiroskas, cervezas y vino. Allí estuvimos, los que más, hasta pasadas las dos de la mañana.

3 comentarios:

txirloro dijo...

Efectivamente allí estuvimos en el "seven" viendo llover, cantando canciones y degustando el poco alcohol que conseguimos recolectar.

Javi

Pepe Pont dijo...

Un placer verte por aquí, Javi :)

Espero que la vuelta a casa haya ido estupendamente y que estéis todos bien.

Un saludo.

Pepe Pont dijo...

Un inciso:

En cuanto a lo de "cantando canciones" cabe decir que unos cantaron más que otros ;)